Karen Pesenti M.
El pasado septiembre luego de un largo proceso de postulación y participación en instancias de intercambios de conocimientos (teórico-literarios, por cierto) fui parte de las cinco Jornadas de Lenguajes de la Memoria en la Universidad de Córdoba, Argentina. Está demás hablar del periplo y de la enorme cantidad de libros que me traje (esos son parte de la anécdota).
El caso es que mi ponencia tiene (porque aún está vigente) relación con “la literatura infantil y la dictadura en Chile”, así fue como la investigación realizada hacía dialogar cuatro libros infantiles, pero para efectos de la ponencia se presentaron dos: “Un diamante en el fondo de la tierra” de Jairo Buitrago e “Historia de un oso” de Gabriel Osorio. Ambos libros son cuentos ilustrados y muy premiados, pero con algunas diferencias a la hora de tratar el tema. Puesto que, mientras en “Un diamante en el fondo de la tierra” las ilustraciones son realistas y en escala de grises que invitan a la nostalgia y el dolor de un tiempo oscuro. Mientras que en “historia de un oso” nos encontramos con imágenes acuareladas que dan la ilusión de no estar terminadas, esto también haciendo referencia a la nostalgia, pero desde la mirada de la historia rota. Si bien, en ambos cuentos las imágenes son respetuosas (porque entendemos que la tortura es irrepresentable y la literatura infantil tiene un doble destinatario: es el adulto a cargo quien da el pase al infante para acceder a dicho texto, por lo cual este tipo de ediciones tiende a ser más cuidada que un libro ilustrado para mayores) no dejan de ser dolorosas.
Pero bueno, primero nos centraremos en las similitudes de ambas lecturas: ambas suceden en Chile y cuentan la historia de un momento doloroso y como perdieron seres queridos debido a la violencia de Estado; por su parte en el cuento de Jairo Buitrago el exilio está rotundamente explicitado en la narración, mientras que en el cuento de Ossandón no queda claro.
Ahora lo más importante: las diferencias entre ambos (y es probable que acá me extienda); iré primero con “Un Diamante en el Fondo de la Tierra” el cuento se centra en la tarea escolar de un niño (sí, niño, masculino) esta consiste en relatar la historia del abuelo, el chico nos cuenta esa historia, pero la va intercalando con la de sus compañeros, eso inmediatamente nos muestra que a través de este ejercicio él necesita re significar la propia, puesto que está incompleta. El niño, a través de las páginas, nos va contando como el abuelo amaba a su compañera (la abuela) quien junto con él fueron detenidos, más la mujer no vuelve. Acá lo importante, la ilustración a doble página nos muestra un primer plano el parabrisas de un auto que es conducido por el desierto y al retrovisor podemos ver a dos hombres de lentes modelo aviador y bigotes, mientras que en el asiento trasero vemos a una mujer (asumimos que es la abuela) maltratada. Esa es la última imagen de ella.
El libro abre con un camino y unas piernas de una persona caminando por este, no sabemos si va caminando por uno de los lugares del norte o por un sendero nevado en el país donde el abuelo y su familia ahora habitan. También veremos una imagen de un niño, un señor (el abuelo) y un gato que esperan, respuesta que comprenderemos al final cuando leemos “mi abuelo fue minero y pintor, me dijo que vivir un tiempo con la abuela fue como encontrar un diamante en el fondo de la tierra. Ahora está en todos sus recuerdos y en los míos” (si le saltan las lágrimas es culpa del autor).
Paralelamente, “Historia de un Oso” parte siendo un cortometraje ganador para luego alcanzar mayor público por medio del cambio de formato a libro, transformándose en best seller. Acá la historia es un poco diferente, si bien el Oso también es un abuelo, vemos como él pierde a su familia tras haber sido tomado detenido (o llevado al circo) no nos queda claro donde está ni que pasó con su familia. En este texto los afectos se retratan en los marcos de las ilustraciones: cuando vemos marcos circulares inmediatamente reconocemos el cariño y protección familiar, mientras en los marcos extendidos, la desprotección y la violencia de la cual el abuelo Oso es víctima. Algo que no me gusta de este relato es que se puede adaptar y de esta manera cae en la censura tan propia de nuestro territorio, aunque tengamos claro que es un evento metaforizado, más de un mediador de lectura preferirá usarlo para retratar el maltrato animal en los circos. Es por eso que la literatura para las Infancias y Juventudes nos exige ser claros y directos. Este cuento nos deja esas preguntas ¿qué paso con la familia del Oso?,¿Se murieron?,¿se fue él solo al exilio? (son preguntas que un lector infantil sería capaz de hacer).
Por su parte, durante las ponencias muchas de las personas del público nos preguntaban (a mí y a les otres Chilenes) ¿Por qué teníamos que infantilizar nuestra historia? No les cabía en la cabeza al resto de academicxs que tuviéramos que contar estas atrocidades en código infantil, entendamos que para ellxs hablar del régimen dictatorial no es ningún tabú, no se censura e incluso se habla en las escuelas sin el logo de “adoctrinamiento” tan usado en nuestras escuelas, cuando el /la profesora de alguna clase se “atreve” a explicar lo sucedido desde el 11-S en adelante.
Entender nuestra historia y esa parte de la historia, les guste o no, resignifica quienes somos, nos explica por qué somos quienes somos como cultura.
(Al final del viaje puedo decir que Córdoba es precioso, sus alrededores más aún. Buenos Aires, me quedaría a vivir en sus librerías o traficaría libros, de esos que acá no llegan por la censura o porque las grandes editoriales creen que no podemos leer, como eso referido a la memoria y todas sus variantes).
Karen Pesenti es Magíster en Literatura latinoamericana cuya área de investigación es la LiJ (literatura infanto juvenil) y sus relaciones con la memoria y corporalidades. Posee dos diplomados: uno en literatura Infantil y juvenil y otro en escritura creativa. Ha participado en clubes de lectura por Bibliotank, ha hecho los propios bajo el nombre de Estudio Labruma y ha sido parte de los talleres de escritura con Camilo Mark y Paula Ilabaca. A veces es profesora de inglés, pero esa es otra historia.
Se agradece que ambos autores hayan tenido presente al crear estás obras la sensible y maravillosa siquis infantil. Apesar de lo crudo de ambas realidades, el hecho de estar destinados a un público infanto-lector se suavizan e incluso para el adulto es más digerible.
Remover la Historia de un país o la propia no es fácil, es un proceso interno complejo que implica necesariamente el peligro de encontrar nuevos aspectos que pueden ser más dolorosos aún. Sin embargo, redescubrise es una osada apuesta o resignificar aquello que resultaba terrible con una nueva mirada es valiente.
La dictadura en Chile es un pasaje de nuestra Historia que nos marco profundamente no solo como país, sino también individualmente y cualquier proceso creativo en relación a ese tiempo que nos sirva para expresarnos es liberador.