*Desde el año 2016 se realiza este festival poblacional, donde lo urbano reina. Este 2023 fue con financimiento del Gobierno Regional de Atacama y bandas de dicha región.
Por Jessica Acuña Neira.
Una calurosa tarde de verano, un día antes de la noche buena. Es sábado. La plaza de Paipote luce diferente con un escenario grande, con focos de iluminación y enormes parlantes. Apenas hay una banda que hace canciones del grupo “31 minutos”, vestidos de personajes navideños y los organizadores. Es la hora de la invitación y hay que esperar a que llegue el público. También está instalada una feria de emprendedores con repostería, juguetes, ropa, artesanías, ropa urbana de diseño local, masajes y árboles de la zona que se regalan.
Pasan los minutos y la banda comienza a tocar. Aparecen más niños y niñas, padres y madres que se saben las canciones mejor que sus hijos e hijas. Rápidamente Eduardo Román da la gracias por haber logrado esta versión del Festival Uniendo Barrios, casi al cerrar el año, ya que lo habían intentado sin conseguir financiamiento durante meses para hacerlo posible y aprovecharon el llamado hecho por el Gobierno Regional para iniciativas de actividades masivas. Desde dicha institución Carolina Armenakis dice que se trata de creer en iniciativas culturales que favorecen a artistas, bandas, agrupaciones, productores y emprendedores que ayudan a descentralizar.
Continúa el bloque infantil y el Circo Kaleidoscopio comienza en un sector del parque. Niños, niñas y sus familias se sientan alrededor. La payasa Challola los hace participar, reír, y de paso muestra su manejo del ula-ula. Camila se sube a la tela aérea, se despega del suelo, rápidamente llega hasta la cima de la instalación, se columbia, se deja colgar de una mano, de un pie, da giros y giros. Nada apto para quienes padecen de vértigo o de pensamientos pesimistas en torno a la gravedad.
El dúo formado por Shaffi Magnific y Marilyn Julieta sabe conjugar el baile, elegante, con los malabares gimnásticos, los saltos mortales, se notan que tienen un training excepcional y les sobra equilibrio. A estas alturas la plaza ya hay un público considerable, mientras en un costado vecinos recolectan firmas y dialogan respecto a la necesidad que Paipote se transforme en comuna, el barrio en el que estamos con una alta población. En el domo de madera, ubicado en un costado de la plaza está instalada la agrupación Adepai, que reparte bolsas con dulces a niños y niñas.
Hay también un taller para niños y niñas para enseñarles reciclaje a cargo de Punto Eco. En definitiva, varias de las organizaciones presentes en Paipote están en el lugar. Son cerca de las cinco de la tarde y se termina el bloque infantil, niños y niñas se dedican a correr y usar los juegos infantiles mientras muy diferentes variades de la música urbana se asoman al escenario.
Miguel 2eme improvisa con su rap callejero, rápido para rimar, para hablar del entorno, su mundo de región, de pobla, seguido por el Gordo Ler cantando con eso que un viejo marxista llamaría orgullo de clase pero que para él se traduce en la dignidad del barrio, la casa, los amigos y cierta hermandad de compartir esta forma de vivir la vida.
La mayoría de los músicos de toda la región ya están ahí, grabando o fotografiando con sus celulares, y un público activo con aplausos, gritos o silbidos, que va aumentando y cambiando con las horas y los grupos. Se trata de bandas locales, es decir de Atacama, con mucho urbano de los diversos estilos que lo componen, pero también de otros ritmos y estilos.
La Cura puso el reggae y el ska con harta alegría gracias a una banda de músicos humanos -de carne y hueso- con trompetas, trombones, teclado, guitarra, batería, bajo y voces, canciones propias, un conjunto de copiapinos que se pasea por escenarios tan diversos como festivales juveniles, el centro cultural de Atacama o el Makena Club de Buenos Aires, desde hace unos cuatro años.
Otros que siguen creyendo en los sonidos de los instrumentos y la capacidad humana de hacer música juntos son “Terapia de texto”, vienen de Chañaral y su música tiene algo que a ratos a mí me recuerda al funk. Siempre desde eso que llamamos urbano. Dos voces -femenina y masculina- le ponen la fuerza a este conjunto que tiene sus canciones propias en plataformas como Spotify, Youtube e incluso redes sociales, como la pegajosa “Días de relajo” o “Mi barrio”.
Voz y beats en cambio fueron la base de SoulNasty, Insanity y EneFlow, mostrando sus formas de hacer urbano, caminos que también recorre pero con un paso muy diferente Contrasonidokillz, los que han alcanzado esa cima de este género en Chile que es la Casa Parlante y que su video de la actuación en vivo publicado en YouTube en abril del 2022 en su plataforma alcanza las 45.225 reproducciones, con comentarios de Chile y toda América.
Así, las diferentes corrientes tuvieron espacios en el escenario del Festival Uniendo Barrios, donde también hubo escenario para Pablo Véliz con sus bulerías y ritmos latinos, el debut de las bailarinas Nativas Gyal, como también bandas de destacada trayectoria como “Walitroques”, “Ghospel” y “Barrio negro” los que cerraron una larga jornada.
Detrás de este festival está un equipo humano compuesto de jóvenes o no tan jóvenes, liderados por Eduardo Román, quienes se desplegaron durante toda la tarde desde la animación, coordinación de quienes subían y bajaban, pasando por la entrega de agua a los artistas y cada cierto tiempo un recorrido por el público con bolsas de basura, cuidando de mantener la limpieza para entregar una plaza ordenada.
También hubo tiempo y espacio para dejar un mural hecho por Geo2, en homenaje a los fundadores del barrio, los que llegaron tras la llegada de una estación de ferrocarriles a construir sus casas.
NACIMIENTO
La idea de este festival nació en una junta de cinco amigos. Uno de ellos hacía eventos, por entonces el paisaje y el ánimo no eran muy buenos en Paipote luego de que un aluvión arrasara el 2015 varias de las casas más cercanas al sector de la defensa, dejó a otros tantos con sus viviendas anegadas o con barro difícil y lento de despejar y en general las calles se veían deterioradas. En ese clima desalentador pensaron en hacer algo que animara a los más jóvenes y les impulsara a encontrarse y salir adelante. Buscaron el apoyo del Municipio, que les financió escenario y amplificación y con la solidaridad de otras empresas e instituciones incluso organizaciones sociales hicieron el primer festival.
Eduardo Román recuerda que los del Movimiento Rosario llegaron con tallarines para colación, mientras las organizaciones del sector se consiguieron bolsas de dulces para los niños y las niñas, a menos de un año del aluvión lograron el objetivo de animar a los jóvenes, especialmente con los grupos que participaron, incluyendo la solidaridad de Graphy Mandinga, rapero de la región de Coquimbo que gozaba de cierta popularidad que atrajo público.
Para la segunda versión del Festival se acercaron a las empresas cercanas al sector, esas que deben tener política de buen vecino o responsabilidad social empresarial, que al menos encontraron en Kinrros y Anfal y les permitió traer con más recursos un show principal con Movimiento original y un año después rotar hacia el popular y pachangero grupo Alegría para cerrar el show, pero sin dejar atrás lo urbano y lo local. Bueno, luego la pandemia los dejó sin una versión oficial aunque de todas formas un puñado de los organizadores del Uniendo Barrios se juntó en el río para disfrutar juntos de un poco de rap, hip hop y otros ritmos y en forma simbólica conservar la esperanza de retormarlo.
Y desde entonces las cosas han cambiado. Las empresas han cambiado, la única que ha mantenido su apoyo ha sido Enami, pero sin alcanzar a solventar un show donde, como dice Román, a los artistas no se les paga si no que se les hace una retribución por su trabajo. Por lo que el llamado especial que hizo el Gobierno Regional fue un salva vidas para por fin conseguir los recursos y hacer posible esta sexta versión de un festival con identidad en un barrio popular y con tradición, un evento que muchos de los participantes definían como una casa.