Por Camila Caviedes Cameron.
Geóloga meteoricista, doctorante en Astronomía y Ciencias Planetarias, INCT-UDA.
En el corazón del Desierto de Atacama, uno de los paisajes más extremos del planeta, se encuentra un patrimonio único y silencioso: los meteoritos. Rocas que han viajado millones de años por el espacio y que, al ingresar a nuestro planeta, se convierten en cápsulas del tiempo, portadoras de información invaluable sobre el origen y evolución del sistema solar, así como de procesos únicos producto de la interacción del meteorito con el ambiente terrestre. Chile es, sin duda, uno de los países más privilegiados del mundo en cuanto a hallazgos de meteoritos. Su clima hiperárido ha favorecido una preservación excepcional, y su evolución geotectónica y geomorfológica ha permitido que más del 99% de los meteoritos recolectados en el país se concentren en la región de Antofagasta, en una ventana de tiempo que considera meteoritos recién caídos, junto a meteoritos que han permanecido en el desierto durante 3 millones de años, resistiendo al proceso de la meteorización. Sin embargo, esa misma riqueza se ha transformado en vulnerabilidad.
Hoy enfrentamos una realidad preocupante: más del 70% de los meteoritos recolectados en territorio chileno están en el extranjero, mayoritariamente en colecciones privadas fuera del alcance institucional o científico nacional. En Chile, apenas un 1,5% de estos materiales se encuentra resguardado por instituciones públicas. Mientras Chile pierde su patrimonio, países como Omán y Australia, hoy buscan renovar sus políticas inicialmente flexibles respecto al patrimonio meteorítico debido a que reconocen las implicancias de conservar de mejor manera el patrimonio meteorítico presente en sus territorios. Y esto es importante porque la ciencia no es solo hoy, también es para futuras generaciones, considerando además que la tecnología de hoy no será la de mañana. Entonces, ¿Por qué nosotros como chilenos, no haríamos lo mismo, con lo que nos ha regalado el cielo y el desierto?
UN VACÍO LEGAL Y ÉTICO QUE NOS INTERPELA
La causa principal de esta pérdida silenciosa es la ausencia de un marco legal que regule el levantamiento, manejo, conservación y trazabilidad de los meteoritos. En este vacío, proliferan prácticas de recolección no reguladas, exportaciones sin control, con un comercio establecido de estas piezas en mercados internacionales, donde son vendidas por gramos. Como comunidad científica, este escenario nos desafía. No basta con señalar el problema desde afuera: nos obliga a preguntarnos por nuestro rol y responsabilidad ante un patrimonio que no sólo es científico, sino también cultural, educativo y nacional. Un ejemplo de una pérdida irreparable es el caso de Caleta el Cobre 022, un meteorito marciano encontrado en las cercanías de la ciudad de Antofagasta, por una familia francesa, que eligió como destino vacacional el desierto de Atacama, precisamente por la ausencia de regulación en meteorítica, y su deseo de hallar uno. Esta visita tuvo un gran hallazgo, un fragmento de meteorito marciano, del cual solo supimos cuando fue publicado en la meteoritical bulletin database.
A la fecha, no existe fragmento alguno de dicho especímen en Chile, por lo que esta pérdida fue total e irreparable, ya que se encuentra en propiedad privada.
Esta pérdida es relevante en muchas aristas, desde las ciencias planetarias, se perdió un espécimen marciano con una edad terrestre desconocida, que actuó como un laboratorio único, que posiblemente fue colonizado por organismos terrestres específicos, que reaccionó al clima de una forma singular, y que nos habría entregado mucha información clave de Marte, así como también de las huellas que dejan la meteorización y a bio meteorización en estas rocas únicas.
LA COMPLEJIDAD EN LA COLABORACIÓN
En este contexto, han surgido posturas diversas dentro del mundo académico. Algunas voces proponen mantener mínimos de resguardo —como los definidos por la Meteoritical Society para la clasificación de muestras— con el fin de facilitar la “colaboración con cazadores” y así evitar fricciones en un escenario complejo.
Estas posturas, comprensibles en tanto buscan viabilidad y diálogo, también merecen una reflexión más profunda. ¿Esos mínimos viables son suficientes en un país donde la institucionalidad solo conserva el 1,5% de todo el material meteorítico levantado en Chile desde el año 2000 a la fecha? ¿Podemos aplicar los criterios que sugiere la Meteoritical Society como mínimo requerido para clasificar, cuando el valor y la representatividad de la muestra va más allá de su clasificación?, ya que requiere ser analizada, replicada, preservada, exhibida, entre otros; permitiendo el uso responsable y sustentable de un material único, y no renovable.
Toda recolección debe dejar un respaldo significativo, no simbólico. La diplomacia científica es necesaria, pero también lo es una participación más activa del Estado, o corremos el riesgo de convertirnos en observadores pasivos de una pérdida irreversible.
Hoy enfrentamos una realidad preocupante: más del 70% de los meteoritos recolectados en territorio chileno están en el extranjero, mayoritariamente en colecciones privadas fuera del alcance institucional o científico nacional. En Chile, apenas un 1,5% de estos materiales se encuentra resguardado por instituciones públicas. Mientras Chile pierde su patrimonio, países como Omán y Australia, hoy buscan renovar sus políticas inicialmente flexibles respecto al patrimonio meteorítico debido a que reconocen las implicancias de conservar de mejor manera el patrimonio meteorítico presente en sus territorios. Y esto es importante porque la ciencia no es solo hoy, también es para futuras generaciones, considerando además que la tecnología de hoy no será la de mañana. Entonces, ¿Por qué nosotros como chilenos, no haríamos lo mismo, con lo que nos ha regalado el cielo y el desierto?
CUIDAR PARA CONOCER, CONOCER PARA CUIDAR
Proteger los meteoritos es una invitación a crear nuevas formas de colaboración científica, basadas en el respeto mutuo, la trazabilidad, la soberanía del conocimiento y el acceso equitativo. Un marco regulatorio adecuado podría abrir nuevas puertas: acuerdos de co-investigación, repositorios compartidos, digitalización abierta de muestras, formación de jóvenes científicos/as, y nuevas líneas de investigación sobre cambio climático, astrobiología, geología planetaria y más.
La existencia de una ley que regule los meteoritos en Chile abre oportunidades de nuevos campos de desarrollo científico-tecnológico-social en el país como es lo patrimonial, turístico, científico- cultural, laboral y económico.
Como geóloga meteoricista, no me siento fuera de este dilema. Lo vivo cada día. Entiendo las tensiones y los matices, pero también siento la urgencia de abrir este debate con altura de miras, con respeto y con el anhelo de construir una ciencia que cuide. Hoy Chile tiene la oportunidad de regular, proteger y transformar su patrimonio meteorítico. Hace siete meses ingresó el proyecto de ley sobre meteoritos, con folio número 17174-19, en la Comisión de Ciencias de la Cámara de Diputados, así como también se han celebrado reuniones con los Ministerios de Ciencia y Minería, todos han sido momentos clave en este camino. Pero es importante contar con el respaldo y compromiso activo de toda la comunidad que reconoce el valor de estas rocas del espacio, ya sea científica, política y/o ciudadana.
Aún estamos a tiempo de construir una política de meteoritos, que honre el patrimonio extraterrestre del territorio, que proteja este legado cósmico y que convierta a Chile no solo en un lugar de hallazgos, sino también en un lugar único para el estudio de la astronomía , meteorítica, ciencias planetarias y astrobiología. Toda recolección debe dejar un respaldo significativo, y no simbólico. Por esto, es que hoy se propone que el 20% de las masas de meteoritos recolectados en territorio nacional, queden como muestra representativa de los meteoritos levantados en Chile. Muestras que esperamos, permitan aumentar el porcentaje de representatividad que tienen los meteoritos hoy en la institucionalidad.


