Monólogos teatrales en cuarentena

Por Jessica Acuña Neira

Ya parece un lugar común decir que en tiempos de pandemia, la gente se dio cuenta de lo importante que es el arte. Películas, libros, cortometrajes, canciones y diversas disciplinas generosamente pusieron a disposición de la comunidad a través de diversas plataformas de internet sus trabajos para ayudar al encierro obligado de la cuarentena, calmar la ansiedad y todos esos pensamientos asociados a cuando repentinamente te cambian el mundo. Esa fue la primera reacción, al menos. 

Luego vinieron los cobros por algunos productos o empresas del mundo del entretenimiento que se encargaron de seguir con la industria, mientras algunos/as artistas y agrupaciones lograron acceder a los fondos estatales destinados a la cultura. Bueno, ese es el panorama de los últimos dos años y medio. Valga de introducción para recomendar este trabajo que nació en ese contexto, son artistas de Atacama que bajo la agrupación Yiraka compusieron seis piezas audiovisuales que llamaron monólogos teatrales en cuarentena, que tratan en su gran mayoría de lo vivido en esta particular época en que tanto se detuvo radicalmente. 

Se trata de un valioso registro de lo más íntimo, como cuando Rosa Santander en su texto ¿Qué es la soledad?  (https://youtu.be/EcTQZwDoShk) se niega a abrir los ojos y con palabras simples, cotidianas, sin ningún tipo de adorno, nos desnuda lo que es extrañar sin dejarnos la posibilidad de no comprender y, por cierto, empatizar. Aunque opte con su final por despertarnos para devolvernos a la mirada particular que cada uno tiene de las relaciones de pareja. 

Las cápsulas, desde la primera a la sexta van progresivamente desapegándose de lo declarado: ser lecturas dramatizadas, en un esfuerzo por conservar lo teatral del formato. En la primera el actor mira la cámara y lee, acompañado de los micrófonos.  A ratos hace como que no y son las partes en que nos alejamos de su imagen frente al micrófono para dejarnos llevar mejor por el texto. En la tercera ya el lenguaje audiovisual vence, enriqueciendo el monólogo, donde podemos sentir la desesperación, el agobio, la depresión que nos muestra el texto de Makarena Guaita con una sutil interpretación de Josue Angel y otras imágenes abstractas que potencian esa voz que nos habla de las pastillas, el dolor y el sinsentido en “Habitar la Cuerpa Pandémica, Exilio Interior” (https://youtu.be/cgBQoxN4R28).

Si las anteriores piezas nos daban una mirada sobre la intimidad, una forma de estar y de sentir, en cambio “Un mero espectador” (https://youtu.be/zxMhUDlzoRo) y “¿Qué pasó conmigo?” (https://youtu.be/HeCorth1UWo) se proponen contarnos una historia. Phillips Bugueño con una lograda intensidad, nos acerca a esos márgenes de la salud mental con un ritmo creciente, como un buen cuento o cortometraje que incluso busca ese golpe final al lector que recomendaba Cortázar. Ayuda la desbordada y teatral actuación de Luis Araya y el tratamiento de la imagen.  Mientras que en ¿Qué pasó conmigo? registra en primera persona el paso hacia el no poder más, pero añade más contexto, en una discursiva crítica hacia las comunicaciones. Ahí me faltaron algunas imágenes más que siguieran al texto o que se despegaran del cuerpo de la actriz en los momentos de mayor desarrollo. 

Josué Angel en “Descubrimientos” (https://youtu.be/GznzziG5u7U) en un ritmo suave y fino, nos devuelve a los días de la incertidumbre, de la conexión a toda hora, de la fatiga de días indiferenciables los unos de otros, con la actuación de Rosa Santander e imágenes cotidianas, muy pausadas. Y dejé para el final “La escultora” (https://youtu.be/Fsg58uzAEcg) se aleja del tema de la pandemia y nos lleva simplemente a la vida, en una reflexión bella y profunda escrita por Carla Vásquez.

Totalmente recomendable de ver en YouTube, la lista tiene pocas reproducciones para el esfuerzo y el resultado obtenido en estos monólogos. Felicitaciones para el director, Francisco Berríos, el sonido impecable de Lucas y Eduardo Ledesma y el diseño visual de Alfonso Silva y Jessica Valencia. Sin duda un testimonio profundo, desolador e íntimo de los dos años de cuarentena.